Amaneció Molingordo en silencio, más del habitual. Llegaron las 9 de la mañana y en el comedor no había nadie. ¿Y los alumnos? Poco a poco fueron apareciendo y a y diez estábamos todos… ¡Demasiada juerga por la noche, me temo! O tal vez, demasiadas emociones; dejémoslo en eso.
A las nueve y media estábamos ya todos fuera con los instrumentos colocados y listos para trabajar la música de la obra. Una a una hemos ido pasando las canciones y corrigiendo y matizando cada una de ellas.
Después, Diego se los ha llevado a hacer un taller que, a petición nuestra ha consisitido en hacer los decorados para la obra. Mañana los dejarán terminados, pero la verdad es que lo que hemos visto nos ha parecido espectacular, jejejeje. Os va a encantar.
A mediodía, drama en la comida: ensaladilla rusa. ¿Pero cómo es posible que les cueste tanto, con lo riquísima que está? Pues así ha sido y hemos tenido a más de un y una rezagados que se han quedado sin tiempo libre… El resto, ha aprovechado este rato para sacar los instrumentos y seguir practicando las piezas.
En la clase de música de la tarde hemos pasado toda la obra con guión y música. Una primera vez lo han hecho ellos solos y, después de valorar juntos todo lo que había que arreglar, la hemos vuelto a pasar desde el principio. ¡Empieza a funcionar! Aunque deseamos que vosotros, amado público, sepáis echarle un poco de imaginación el sábado a esta obra que, os aseguramos, no tiene desperdicio.
En el tiempo de la tarde, Diego ha presentado una actividad nueva en los días que llevamos: tiro con arco. Han hecho dos equipos y han empezado a lanzar flechas sin parar. Parecían contentos y entretenidos.
En la cena, muchos menos problemas con la tortilla y las albóndigas tan deliciosas que Antonella nos tenía preparadas. Un lujo. Además, hemos aprovechado para poner el primero de nuestros castigos a los terribles cerdos que tenemos en la habitación número 2: han tenido que recoger todo el comedor y barrer todas las habitaciones. Como parecía hacerles mucha gracia, el castigo durará hasta el final del campamento. ¡Por cochinos! Pero esto no queda aquí… Los cerdos siguen cayendo y, por tanto, los castigos también.
Finalmente, velada con Diego y una mini fiesta improvisada en la habitación de las chicas, para probar los regalos que el ratoncito Pérez ha ido dejando estos días… Fiesta que en estos momentos (22:40h), por cierto, nos disponemos a clausurar.
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